martes, 10 de febrero de 2009

Perdidos en el Atlas

Marrakech se ilumina pronto de colores, la luz irrumpe temprano en los huecos que olvidaron tapar los buscavidas de la medina; y se llena de sensaciones, de sensaciones de verdad, puras, reales, de una marea humana con demasiado oleaje, que acapara la atención del viajero por encima de la misma 'Koutobia'.
Allí trabajan a su manera tanto ancianos como niños, entretenidos para ganarse o buscarse su taza de caldo (a ser posible caliente) de cada día.
Después están los que titubean con sus pasos primerizos y caidas constantes; los que se rien de 'playestechions' y teléfonos móviles haciéndose una pelota con cinta de embalar que cogieron de 'yonosedónde', y entre pelotazo y pelotazo te arrancan una moneda sonriendote a mellada limpia.
Esto puede ser muy a groso modo la vida en La Medina, un engrudo en el que falta harina y sobra ingenio,el embudo perfecto en el que coches, mobylettes, bicis y personas se frotan casi literalmente porque el tiempo corre, haciendo una fotografía de estrés y ojos en la nuca.

Cada vez que viajo me siento menos importante y más escritor

2 comentarios:

  1. .....cada vez que viajo me siento menos importante.... y más afortuna.

    Marrakech me cautivó. Es, tal y como lo has descrito. Con tus párrafos he vuelto a esa tierra por unos minutos.

    gracias
    mer.

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  2. Bueno, ya sabes lo que opino de este texto... ya te lo dije en su momento, me encanta.

    Con respecto a ser escritor, tú mejor que nadie sabes que cuando te quitas la máscara, después del "teatro", es lo que te queda: la esencia siempre nos acompaña y más tarde o más temprano acaba saliendo, es lo que tiene la naturaleza; casi siempre se sale con la suya... y la tuya (la naturaleza de escritor) nunca ha dejado de estar ahí, sólo que no la dejas respirar a veces y se esconde, me alegra la opción del blog...si...me alegra.

    Un besito de cariño

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